Porque cuando erais esclavos del pecado, erais libres en cuanto a la justicia. ¿Qué fruto teníais entonces en aquellas cosas de las cuales ahora os avergonzáis? Porque el fin de esas cosas es muerte.(Romanos 6:20-21)
Cuando los ojos de un cristiano son abiertos y puede ver cómo su comportamiento anterior no honraba a Dios, naturalmente se siente avergonzado. Pablo le dice a la iglesia de Roma: «Porque cuando erais esclavos del pecado, erais libres en cuanto a la justicia. ¿Qué fruto teníais entonces en aquellas cosas de las cuales ahora os avergonzáis? Porque el fin de esas cosas es muerte» (Romanos 6:20-21).
Existe un momento oportuno para mirar hacia atrás y sentir una punzada de dolor por haber vivido alguna vez de una manera que fuera tan ofensiva hacia Dios. Veremos en un momento que no tenemos que paralizarnos meditando en esto. Sin embargo, el corazón cristiano sensible no puede pensar en las necedades de cuando era joven y no sentir el eco de la vergüenza, aun después de haber arreglado cuentas con el Señor.
Una vergüenza adecuada puede ser muy sana y redentora. Pablo dijo a los Tesalonicenses: «Y si alguno no obedece nuestra enseñanza en esta carta, señalad al tal y no os asociéis con él, para que se avergüence» (2 Tesalonicenses 3:14). Esto significa que la vergüenza es un paso apropiado, que redime al creyente en la conversión y en el arrepentimiento por una temporada de indiferencia espiritual y pecado. La vergüenza no es algo que se deba evitar a toda costa. Existe un lugar para ella en la relación de Dios con su pueblo.
Podemos concluir que el criterio bíblico para la vergüenza inapropiada y para la vergüenza apropiada está radicalmente centrado en Dios.
El criterio bíblico para vergüenza inapropiada dice: No se sientan avergonzados por algo que honra a Dios, sin importar cuán débiles o tontos o equivocados los haga parecer ante los ojos de otras personas. Tampoco asuman la vergüenza de algo que es verdaderamente vergonzoso, a no ser que en realidad estén de alguna manera involucrados en esa maldad.
El criterio bíblico para vergüenza apropiada dice: Siéntanse avergonzados de tomar parte en algo que deshonra a Dios, sin importar cuán fuertes o sabios o justos los haga parecer ante los ojos de otros.